lunes, 9 de abril de 2012

El viaje de Juan...



"Los perros aman a sus amigos y muerden a sus enemigos, casi al contrario que las personas que son incapaces de amar puramente y tienden a mezclar amor y odio"
Sigmund Freud



Mientras duerme tendido en el suelo, sus ronquidos se oyen de banda sonora de fondo… sonrío… de vez en cuando, cambia de postura ruidosamente… le pesa el culo, le duelen las caderas… los años pasan paratodos, me digo acariciándole la cabeza mientras entorna sus enormes ojos… no sé cómo era de pequeño, pero tiene la candidez de un cachorro en la mirada… como si, a pesar de sus achaques, siguiera siendo ese muñeco que he visto en fotos…le conocí siendo mayor y eso forma parte del encanto de verle con la lengua rozando el suelo en cuanto se fatiga… nos vamos de vacaciones, le dije cuando culminó su ascensión al maletero no sin ayuda… supongo que me tacharían de loca si dijera que me entendió, pero realmente creo que así fue… lo creo también por cómo suspira ahora mismo, porque quizás el también tuvo la ilusión de salir de casa como los humanos que le trajimos hasta aquí…


Tumbado bajo la mesa de la cocina, controlaba hace un rato cómo hacíamos la cena… no quitaba ojo de cada uno de nuestros gestos, movía el rabo cuando le decíamos algo…  aceptaba gustoso todas esas golosinas sanas en su mayoría que le damos cuando nos mira…es inevitable no complacerle, imposible no caer en la trampa de saltarnos su dieta… se relame y te mira diciendo un “gracias” y un “más” que es fácil identificar… imposible no atender a su llamada de atención cuando te engancha la muñeca entre los dientes para decirte que quiere algo… sonrío… Juan tiene la capacidad de conquistarte cuando apenas le has conocido... quizás por eso todo el mundo tiene una palabra para él, quizás por eso tiene una sobredosis de cariño estos días… sus vacaciones se han transformado en horas de estar en casa, en roncar frente a la chimenea… en un hueso que trata de esconder bajo la máquina Singer de casa, en una sesión de secado con toalla cuando vuelve a entrar después de rebozarse en la nieve…

Le miro tendido en el suelo abrazándome una pierna con su pata sabiendo que es un abuelo de setenta años... estos días, quizás, ha tenido su propio viaje del Imserso canino… con compañeros de sueño que no quieren dejarle sólo porque llora, con escaleras que subir con mucho trabajo para echarse a los pies de la cama… con tostadas con quesitos por la mañana, con nieve que mordisquear por el jardín… está feliz, pienso acariciándole mientras me mira con los ojos medio cerrados… curioso que yo también lo esté sabiendo que colaboro en regalarle alguna de esas sonrisas que parece poner cuando te mira…


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